martes, 16 de junio de 2009

La tentación de los Diabeticos


Prevenir la intolerancia a la glucosa que aparece de forma frecuente en los mayores sin renuncias inútiles es posible, lo que hace falta es mucha información. No ha pasado demasiado tiempo desde la época en la que los diabéticos no podían probar ni el plátano ni las uvas, no tomaban pan o, como premio a sus sacrificios, sólo comían macarrones los fines de semana.

Aunque la medicina y la nutrición han avanzado enormemente en este campo en las dos últimas décadas, el legado de las antiguas recomendaciones dietéticas para los que tenían "azúcar" ha calado hondo y aún hay mucha gente mayor desinformada sobre este tema, con unos hábitos alimentarios deficientes por este motivo.

Con el paso de los años la tolerancia al azúcar se reduce, pero esto no quiere decir que comiendo menos farináceos y, en consecuencia, más proteínas y grasas las cosas vayan a mejorar, sino todo lo contrario. El equilibrio dietético adaptado a la edad es la clave para mantener a raya las temidas analíticas.

La renuncia al dulce
La asignatura pendiente de los mayores con diabetes o con problemas de "azúcar" es la de aprender a alimentarse sin renuncias inútiles
La renuncia al azúcar y, por supuesto, al venerado sabor dulce, es la norma más dura que se imponía no hace demasiados años a las personas con hiperglucemia mantenida o con diagnóstico de diabetes tipo II. De hecho, todavía es una regla autoimpuesta por los propios afectados o incluso aconsejada por algunos profesionales. En la actualidad disponemos de posibilidades alimentarias para no empañar las últimas décadas o los últimos años de vida de una persona, privándola del placer dietético, psicológico, social y cultural que constituye comer bien, es decir, equilibradamente y de acuerdo a su trastorno metabólico.

Para muchos mayores que tienen hiperglucemia, es decir, niveles de azúcar (glucosa) en sangre por encima de lo normal, el café con una cucharadita de azúcar constituye uno de esos pequeños placeres asociados a los días de fiesta o a las tardes de reunión y la clave para no desterrarlo es saber el cómo, cuándo y con qué tomarlo. Una cucharadita de azúcar se puede tomar después de una comida rica en fibra, baja en grasas y equilibrada en proteínas, ya que el temido nutriente se sumará al resto de ingredientes de la ingesta, entrando al torrente sanguíneo de forma adecuada. Sin embargo, si el mismo café con azúcar se toma entre las horas de las comidas y sin acompañante alimentario alguno, la sacarosa se puede absorber rápidamente y provocar una desestabilización metabólica inmediata.

Según las recomendaciones de la "American Diabetes Association 2006", el azúcar (sacarosa) no tiene efectos adversos si se sustituye por otra fuente de hidratos de carbono en una comida concreta, en el contexto de una alimentación equilibrada. En este sentido, sin duda es fundamental la mesura, ya que a la mayor parte de los ancianos les atrae especialmente el sabor dulce. Para quienes se exceden, la solución para no desestabilizar la respuesta insulínica afectada por la edad, puede pasar por recurrir a los edulcorantes sintéticos, una alternativa no siempre tan apetecible y de la que también conviene vigilar las dosis.